viernes, 23 de diciembre de 2016

seguir

una vez escribí que siempre me gusta dar un poco más de lo que recibo. un poco más de lo que demando (porque no siempre me lo dan). me considero una persona generosa en todos los terrenos de la vida. no me cuesta hacerlo. no necesito forzarlo. en algún momento del aprendizaje más básico lo debí copiar de alguien cercano. no tengo claro si ser así es bueno o malo, lo que no sale es rentable.
tampoco me cuesta nada pedir disculpas. soy tan consciente de mis limitaciones que cada vez que me equivoco, y pido perdón, aprendo algo. parece obvio pero no lo es. e igual que corrijo y recorro de vuelta el camino equivocado también acepto disculpas con facilidad.
pero para ambas situaciones hay un límite.
no se porque escribo esto hoy. debería estar trabajando. 2017 será un año distinto. ha de serlo. un año de seguir dando pero solo a quien se lo merezca. un año de seguir aprendiendo de los propios errores y de pedir disculpas. un año de crecer. de más montaña. de cuidar más a la gente que se lo merece. a la que me cuida. un año que dure unos cuantos más. cambios de paisaje en el día a día. desde el despertar hasta fundirme con la almohada.
seguimos...

lunes, 14 de noviembre de 2016

Escucha

Le dolía no ser entendido pero no tanto como no ser capaz de explicarse. le pinchaba desde dentro tropezarse con sus propias explicaciones y sentir los pellizcos de contestar demasiado rápido sin pararse a pensar antes de escribir. o no escribir. los sentimientos nublaban el brillo de un pensamiento que él creía obvio pero quedaba claro que no lo era. y no sabía porque.. dichosa sangre caliente
hilvanaba conclusiones estériles que no llevaban a sitio alguno. si acaso le metían en una rotonda oscura de emociones y desconfianza. centrifugaba y salía disparado hacia la cuneta con la fortuna -hasta ahora- de no chocar nunca con sus propio pedazos, caídos en este recorrido suicida.
desde el borde del camino, maltrecho y dolorido, recuperaba la compostura y se levantaba. buscaba un elemento que le mostrara algo. un escaparate. el reverso de una cucharilla de café. una foto hecha. unas líneas escritas. el recuerdo de un beso. un  olor conocido. lo que fuera.
escucha. esto no es así. escucha. déjate caer que no te faltarán brazos para recibirte. escucha. tienes un recorrido ya que te permite no derrapar tanto. escucha. estoy aquí.
y notaba que cada vez la tenía más cerca. cada vez estiraba un poco más la mano y los dedos ya la rozaban. no dejes que se aleje. no la empujes más allá. intentó estirarlos un poco más y los movió arriba y abajo como para ganar unos centímetros. unos milímetros. como si la hiciera cosquillas en su espalda mientras dormía. buscaba provocar un escalofrío. y contagiarse.
y bien envenenado conseguir el equilibrio. apoyarse del todo. y desde ahí, escucha, remontar el vuelo juntos.



domingo, 30 de octubre de 2016

¿solo o acompañado?

prepárate para estar solo. prepárate para estar acompañado. prepárate.
no me atrevería decir qué es más complicado. qué es más sencillo. hay un rincón polvoriento dentro de nuestra cabeza que siempre nos empuja hacia uno u otro lado. y ni yo aquí os voy a aclarar nada, ni vosotros acabaréis de hacerlo. complicado. el impulso vibra de un lado a otro y, salta sin piedad haciéndonos perder un equilibrio al que hemos de aspirar. para no caer. y es que cuando parece que está más dormido en la comodidad de un trote solitario, salta al otro lado y deseamos fuerte, casi con dolor, girarnos y que haya compañeros. "hola ! ¿alguien ahí?". explicar como estas. preguntar que pico es aquel. de que pueblo son aquellas luces. si vamos bien. o si llevan pilas de repuesto por si acaso. mejor solo que mal acompañado. ¿de verdad? ¿con qué fin quieres estar acompañado? sigues solo y se pasa. pero sabemos que veces no remontas y entonces piensas "peor solo que mal acompañado". es como dormir con un buen saco y encima de la hierba.


luego, otro día, entre risas y chascarrillos para reducir ritmo y ganar tiempo sobre los más fuertes, subimos canal arriba. cruzamos el valle. te arrastras bajando una tartera. y...te sobra todo el mundo. todo. a veces hasta tu mismo te sobras. ¿quién esta gente? ¿de verdad nos conocemos? el bosque de piernas en el que estas metido se te cae encima. oscurece y aplasta. te dejas caer al final y hasta paras a mear para luego tirar un rato solo. sacas un barrita quitándote la mochila cuando llevas una en el bolsillo lateral. "con lo bien que estoy yo a mi ritmo". también pasa. y con oxigeno renovado vuelves al grupo. dentro rápido detectas otro como tú. otro que para y calca tus movimientos de hace un rato. ahora es un amigo. ya no es un desconocido. pasas al lado le picas con la mano en el culo y dices "tiramos". se gira y sonríe. premio especial. es como dormir desnudo, tapado con una buena manta dentro de un refugio.

 
y... ¿cuál es mi conclusión? ¿qué hago yo? buscar la complicidad. en una o varias de sus múltiples formas. es la "gasolina que no prende" en las relaciones humanas. o eso pienso yo


jueves, 13 de octubre de 2016

Ella

Cada vez que doblo esta camiseta pienso en ella. En su olor. Tan profundo como sus curvas, tan adictivo como sus rincones. En sus colores. Cambiantes según el día que haga, pero siempre frescos y vivos. Vivísimos. En su tacto. Cuando en un paso estrecho nos rozamos sin querer y un escalofrío recorre, de punta a punta, mi columna vertebral. En su locura. También pienso en su locura que todo lo-cura. Y sonrío.
Cada vez que doblo esta camiseta cierro los ojos al acabar. Cierro los ojos y apoyo las manos encima. Como la primera vez que ella y yo nos conocimos. Las manos sudorosas por los nervios mientras esperaba. Profundamente alterado las apoyaba sobre mis caderas para secar la humedad. Sin que nadie se diera cuenta. Solo yo. Apoyo las manos encima como queriendo volver a acariciar su aspereza. Su suavidad. Qué su olor vuelva a quedar grabado en mis manos. Otra vez su olor.

Cada vez que doblo esta camiseta disfruto con el recuerdo de lo que pasamos juntos. Horas y horas. A veces mandaba yo, a veces ella. Yo seguía sus indicaciones pero sin miedo a perderme. Porque perderse era ganar. Y recordaba aquella visión desde abajo de todo lo que tenía que recorrer. Recorrer para llegar arriba y ver lo que dejé atrás. Recordaba todos los consejos no seguidos. Recordaba como había llegado allí. ALLÍ.
Cada vez que doblo esta camiseta la deseo de nuevo. Con fuerza. Con morbo. Con la intranquilidad de dos niños que quedan para pegarse en el patio. Sin motivo, solo por pegarse. Y creo que la deseo porque la tuve. La recorrí. La dejé que abrazara mi movimiento. Que acelerara mi latido. Que jugara con mi falsa fortaleza y la debilitara. La dejé que entrara en mi al entrar yo en ella. Mmmmm ¿...la dejé?
Y pienso que volviendo una vez más a ella quizás deje de doblar esta camiseta. Deje de pensar en ella. Deje también de cerrar los ojos y plantar las manos encima al acabar. Deje incluso de disfrutar con el recuerdo de lo que fue. Deje de desearla de nuevo.
Solo volviendo...solo quizás...

martes, 9 de agosto de 2016

de noche siempre hay sombra

- ¿Quedamos el viernes a las 19:00 y hacemos entreno nocturno?
+ Palaaaante. Busca algo que nos dure hasta que se haga de día.
- Ya está buscado [...]


Entreno nocturno. No voy a intentar convencer a nadie de las ventajas que (para mi) tiene "hacer la noche" de vez en cuando. Y no hablo a nivel de mejorar rendimiento en carrera que, seguro que bien hecho, también. Intento centrarme más en conocerse a uno mismo y, por supuesto, a aquellos con los que vas. Mi recomendación es de ser mínimo 3 personas pero no más de 5. Con dos también suele funcionar pero se arriesga un poco. Nunca solo. Y os aseguro que yo entreno más veces solo que acompañado...pero siempre de día o buscando el alba.
La falta de luz siempre es algo que nos inquieta. Y más en la montaña. Aún y llevando frontal intentas evitar zonas concretas o pasos delicados porque "es de noche". Parece como si el carácter de la montaña cambiara. Como si fuera otra. Parecida pero distinta. Como más hostil, más desafiante, más ¿atractiva?
En paralelo con la noche también el carácter de los que la encaramos varía a medida que vamos echando kilómetros a la mochila. Como un perfil de ruta, con altos y bajos. Con planos planísimos. Valles de silencio y eufóricas subidas. Bajadas de blasfemias y flanqueos de filigranas. Momentos que requieren de una concentración exquisita y otros que, seguramente por cansancio, relajan en exceso...hasta dar sueño. Porque, claro, es de noche. Y el cuerpo tiene sus ritmos.
Siempre he sido defensor de hablar todas las cosas cuando se entrena o se corre en equipo. De noche más aún. Cuándo vas con alguien de día tienes una información que pierdes en la oscuridad: verle el careto. Con todo lo que puedes leer en sus gestos, sus ojos o incluso el color de la piel. Un frontal solo ilumina una parte del camino y dibuja una información sesgada de como es el sendero. Imaginad con la cara de alguien al que estas deslumbrando. Hay que preguntar. Y hay que hablar. Explicar. Ser honesto y avisar si no llegas. Pedir tregua para comer o sentarse un rato. Y si eres tú al que se lo piden, aceptarlo.
Bajo la luna el frío es más frío, el viento en más viento y los humores más agrios. Y si se asume todo, será más fácil de manejar. Las horas de dormir no son las mejores para apretones o piques chorras como los que (todos) tenemos de día. Han de ser ratos de intensa convivencia, desde la amena charla o desde el silencio más respetado. Desde el ir pegados unos a otros o separarse unos metros.
No es la primera ni la segunda noche que sales con alguien cuando la maquinaria funciona más o menos engrasada. Lleva su tiempo y algunas noches de darse la vuelta antes de tiempo y volverse al coche. Dormir en él o al lado. Y tras desayunar irse a casa con la mitad del entreno.
Eso también es compartir experiencias. Y se hace entre amigos. Que es con quien hay que ir a la montaña.


Otro día sigo con lo de conocerse más...que me he liado !

miércoles, 3 de agosto de 2016

mano-pie

Os voy a contar algo superchulo que, casi seguro, ni os interesa ni os sirve. Como la mayoría de las cosas que nos explican...y que no sirven para nada porque somos tan burros que ni siquiera las escuchamos. Yo, como tengo un dormir difícil, voy pensando cosas. Unas las escribo, otras las cuento y otras las archivo. Esta es de anoche. Voy...

Ahora con los macrorocódromos que hay en naves industriales no se si las hordas de jóvenes escaladores sigue jugando a ello pero, en la prehistoria teníamos pequeños tablones donde hacíamos metros y metros como un gracioso hámster hasta caer fundidos en la colchoneta. Cuando ya tenías algún conjunto de pasos más o menos encadenado jugamos a "sin pies" -en desplome bestia o techo- o a "mano-pie".
El primero es bastante evidente y además sois todos bastante espabiladillos por lo que lo obviaremos. Además no aporta nada para dar profundidad a mi pensamiento filosófico de calurosa noche de agosto.
El segundo, que tampoco es complicado de intuir, consiste en poner los pies solo en las presas que toques con las manos. Y puedes complicarlo aún más haciendo par derecho y par izquierdo. ¿Si? Retorcidas posturitas, gestos imposibles, muecas preocupantes....grandes hostias ! En fin, complicar lo fácil lo hacía divertido pero hacía más difícil la diversión duradera.
Por eso, tras un rato de mano-pie, siempre acabábamos volviendo al ratoneo habitual por el tablón. Que total, para lo que estábamos allí era para cargar pilas gastando-las.
Pasad buen día !!

viernes, 22 de julio de 2016

Lo que cansa descansar

Esta claro...pero tenerlo claro no ayuda a llevarlo bien. Hay que parar. Si te caes y te haces daño hay que parar. Aunque justo estés arrancando de nuevo. Necesito escribirlo para creérmelo. Necesito escribir de nuevo.
Son tres días solo. Tres días de mis vacaciones. Tres días que me han caído encima como una losa. Mañana cuatro.
Estas tardes observaba una luna llena que parecía más pesada que de costumbre. Al final del día, ya entre dos luces, parecía arrastrarse por el perfil de Gredos como buscando el roce con los picos que dibujan su silueta, como sin fuerzas para levantarse sola. Se apoyaba, recostaba su cansancio en los canchales aún calientes de estar al sol todo el día. El energético cuarzo de las piedras quizás la recargue de esta manera, pensaba. Porque, cuando la oscuridad vencía a la luz y refrescaba, la luna se rehacía y subía a ocupar su sitio. Y así ha ido haciendo cada día mientras se va consumiendo, mermando, decreciendo.
Descansar mata. Consume. Irrita. Cansa. Sobre todo cuando no quieres hacerlo. "Descansar es hacer otra cosa, cambiar de actividad", decía mi abuela. Después del golpe bajando de La Ceja a las Lagunas del Trampal la otra actividad es estar en el sofá con la pierna en alto. Morada. Hinchada.
Arrastro mi mano por encima del morado como la luna lo hacía por las cumbres de Gredos. Molesta pero no duele. La sensación de hinchazón es brutal y que debajo estén mis inseparables varices me lleva a ser prudente. Hoy me ha sorprendido el cambio de color, tiñendo de lila el tobillo y parte del empeine. Un arco iris capado a menos de siete colores pero que dan un aspecto multicromático a mi pierna izquierda.
Y vuelvo a pasar la mano. Como las calientes rocas del Almanzor donde la luna se apoyaba, la pierna irradia alta temperatura. Exotermia. Cuando venga la fresca, como pasaba con la luna, nos reharemos y volveremos a donde tenemos que estar. Allá arriba. En las cumbres.





viernes, 22 de enero de 2016

especular

La mancha que vemos reflejada mientras miramos un escaparate con fondo oscuro. El regalo que nos regala, sin atisbo de piedad, el armario del baño al levantarnos. Una mano enfrentada a la otra. Una foto de esas selfies con palo o sin él. Moléculas químicas, complejas y sencillas, en su forma levo y dextro. Imagenes especulares. Especular. De espejo.
Pero esto hoy no va de espejos. Esto va de especular, de hacer conjeturas sobre algo sin tener conocimiento. De eso va. De que, a raíz de algo leido por azar, intentar entender en que momento alguien puede llegar a alejarse tanto de la realidad que viva cómodo en su propia mentira. Y, lo que es peor, intente colocárnosla a los demás. Hablo de las excusas cuándo a uno no le salen las cosas como espera...en carreras.
Vaya por delante que no aplica a todos. De hecho ya sabemos que son siempre los mismos y de lejos se los ve llegar. Ojo si no conocéis a ninguno...eso si es peligroso ;)
Especulemos pués. ¿Qué lleva a alguien a culpar a cualquier cosa -menos a él- de una retirada, de una caida, de perder tres puestos en el ùltimo kilómetro?
Especulemos con frases como "no se que me pasa pero se me ha cerrado el estómago", "que pena reventar el km 39 con la buena primera media maratón que había hecho", "me ha sentado mal un bocadillo y he perdido opciones", "iba remontando puestos sin parar en avituallamientos y al final me pasaron diez", "se me atragantaron la última subida después de darlo todo en la bajada de antes"....no se acaban ¿verdad?
Yo no digo nada. Especulo. Siempre los mismos. Siempre se lo creen ellos más que los demás. Culpa nuestra que les decimos "aha!" asintiendo con la cabeza. Y tragamos. Y mientras pensamos: tío, eso no se lo cuelas ni a tu madre. Pero, eh, sigue, sigue.
Yo el primero que achanta y traga.
Y como última especulación diré que estoy seguro que el 100% de estos socios dedican los últimos momentos, antes de plantarse, a montar su historia para explicar. ¿No? Seguro que si...
:)

miércoles, 13 de enero de 2016

el dormilón

Yo ya no sueño. Pero, si a duras penas duermo...
Dormir es el último de los grandes lujos. Preguntad por ahí.
Tumbado en la cama proyectas en el techo mil historias diferentes. Juegas a cerrar los ojos para que el cansancio te venza y te arrastre a un estado de letargo infinto. Te tapas y en la cueva de las sábanas blancas donde te sientes agusto, de pronto te agobias. Das vueltas buscando una posición imposible en la que dormirte sea fácil. Te levantas. Paseas por el salón, a oscuras, e incluso pones la tele o, enciendes una luz tenue y lees un libro. Escribes. Sacas una libreta y un boli...y escribes. Escribes mientras ella duerme.
Vuelves a la cama y subes la persiana. Estirado encima del edredón lanzas la mirada al fondo del cuadro tras el marco que forma la ventana. Muchas luces de colores. Entornas los ojos y ves que se van poniendo borrosas. Párpados cerrados. Casí KO.
Un nuevo pensamiento te saca, arrastrando por un tobillo, de lo que iba a acabar en dormirte.
Hubo un tiempo en que eras un dormilón. Sentado en la cama intentabas mantener la posición vertical pero caías hacia el lado de la almohada, fundido por el cansancio, y hasta el día siguiente. Hubo un tiempo en que eras un dormilón que no tenías límite ni en el lugar donde hacerlo, ni en las horas, Hubo un tiempo donde ni la necesidad o ausencia de compañía lastraban unas horas de descanso recuperador. Hubo un tiempo en que preguntabas por la mañana ¿qué tal has dormido? Un tiempo en que casi siempre contestabas lo mismo si alguien te lo preguntaba a la mañana siguiente. En saco. En sofá. En cama. En un coche. En el suelo. Hubo un tiempo en el que, abrazado a un deseo, pasabas la noche con una sonrisa. Velado por la luna.  O soñando.
Pero yo ya no sueño. Como voy a soñar si a duras penas duermo

para ti

jueves, 7 de enero de 2016

día de reyes

Subía las escaleras más descompensadas que había pisado nunca. A veces dos escalones de una tacada, a veces tres, a veces uno. Algún metro de tramo liso empinado y... más peldaños. El frío perlaba unas lágrimas de rabia recién salidas de sus ojos. Los dedos helados e insensibles apoyados en las rodillas acelerando el gesto de caminar. Como contraste, los cuádriceps echaban fuego, ardían. El trabajo muscular siempre es exotérmico aunque no llegaba a calentar las manos. Y el corazón botando dentro de un pecho que retumbaba a ritmo.
Era la zona a la umbría de la montaña. El sol llegaría un rato después. En las zetas del camino tenía la excusa perfecta para sentir que ganaba altura. Bastante en poco rato. Había dejado unos kilómetros de pista en los que seguramente trotó más rápido de lo que debía.
Paró.
Paró, pero no se puso erguido. Mantuvo el gesto del cuerpo apoyado en las rodillas. Respiró profundo. Unas gotas de sudor, que no entendía de donde habían salido, resbalaron por la frente fría y se precipitaron al vacío cayendo al suelo. Otras dos más. Se llevó una mano al cogote y lo notó húmedo. Sudor. Paseó toda la mano, desde la colleja hasta la nuez. Despacio. Acariciando y robando el calor a media parte del cuello. No tenía claro si quería calentar la mano o enfriar el cuello.
En la mejilla notó como tiraban de la piel las dos lágrimas secadas por el frío y convertidas en escarcha. Con el dorso de la mano las borró de la cara. Primero una y luego otra. Y luego paso la palma de la mano por la frente.
Levantó la mirada para ver el tramo de escaleras que le quedaba. El último. Apoyó un dedo índice en la nariz y sopló fuera un agüilla que no le dejaba respirar bien. Primero un agujero y luego el otro.
Notó que se estaba quedando frío. El sudor de la espalda, enfriado por el aire fresco del amanecer, hizo que un escalofrío le subiera desde el culo hasta la coronilla. Golpeó con una mano en cada cuádriceps, como si quisiera descargarlos de lo que llevaban, y encaró lo que tenía por delante.

Cuando acabó la vuelta, cambiándose y pensando en una ducha caliente, volvió a sentir otro escalofrío. La mirada se volvió a poner borrosa. Hasta tuvo la sensación que la voz le temblaría si hablaba. Desde el parking donde tenía el coche se giró. Miró la montaña donde había pasado la mañana de reyes. Y suspiró.

sábado, 2 de enero de 2016

más

Vuelvo a tener ganas de montaña. Y esta mañana ya he mirado sin recelo las riot aparcadas bajo los platos de la bici. Sucias y encartonadas, combadas hacia arriba por falta de uso, todavía guardan restos de barro de la zona de Torelló. Y he vuelto a colgar de una percha el goretex verde que aún estaba dentro de la mochila. Arrugado sin orden pero con la cremallera cerrada. Sucio. Y los calcetines de correr que estaban al fondo del cajón. Ahora asoman el hocico cuando lo abres. Sobre todo ese par preferido que, justamente por eso, es el que menos te pones. Vaya tela ! Y he buscado las camisetas técnicas de manga larga para cambiarlas por las de corta. Otro año más. Las mismas. Que ganas de pasar frío. La liturgia del cambio de armario. De cambio de baúl, más bien.

Vuelvo a tener ganas de montaña. Pero de mi montaña, no de su montaña. Como venganza he tirado todo los imperdibles que había por casa :-)

He ordenado los mapas de Alpina, los tracks de wikiloc, las carpetas del Dakota20. He repasado mi libreta de rutas pendientes. No se acaban. La mayoría son para cuando llegue el buen tiempo. Ahora es tiempo de preparación. La reflexión ha terminado. Es tiempo de recordar al gran A. Bukréyev.

"Las montañas no son estadios donde satisfago mi ambición de logros, son las catedrales donde practico mi religión. Yo voy a ellas como las personas van a la oración. Desde sus majestuosas cimas veo mi pasado, sueño el futuro y, con una inusual agudeza, experimento el momento presente...mi visión se aclara, mis fuerzas se renuevan. En las montañas yo celebro la creación. En cada viaje (a ellas) nazco de nuevo."