miércoles, 22 de mayo de 2019

sieteseis

me encanta esa forma que siempre has tenido de hacer las cuentas. porque en el fondo hay un mensaje vitalista que yo me intento apropiar e introducir en mi vida. nunca ha tenido peso en tu lógica el número de años que llevas trajinados. pocas veces respondes con la cifra seca de manera reactiva y casi automática a la pregunta de ¿cuántos haces? ahora ya la agilidad no es la misma pero el protocolo no parece haber cambiado.  y con un poco de ayuda lo sacas palante, como todo lo que te has propuesto en la vida.
desde el balcón, cada vez más alto al que te asomas, ves cosas que ya no entiendes. huyes del jaleo más que nunca pero te asusta la soledad excesiva...y, ¿a quién no? piensas que es por la altura pero yo, desde unos pisos más abajo, tampoco comprendo. el equipo nunca ha funcionado a la perfección pero siempre hemos aprendido juntos. yo más de ti. que todo se anduvo y todo se miró...
hoy habrás vuelto a hacer lo de cada año cuando mamá te haya dicho que era tu cumple. o así lo he imaginado yo al despertar.
¿ah, si? ¿hoy ya?… dosmildiecinueve menos milnovecientoscuarentaitres son setentaiseis. joder, cuantos !!
y te habrás sonreído después de repasar la cuenta un par de veces.

domingo, 19 de mayo de 2019

olores

pararse en medio de un entrenamiento al pasar por un pinar y respirar hondo. sobre todo esos días en los que estuvo toda la noche lloviendo y el día arrancó pronto y caluroso. llegas después de un rato trotando en subida por un descubierto que te mete, de golpe, entre los árboles. llega la sombra, se va la luz. refresca. el suelo esta mojado y la pinaza se convierte en alfombra densa y cómoda de pisar. un olor intenso llena el aire y lo hace más denso, dirías que te alimenta. cierras los ojos, respiras profundo y casi masticas pino.

estas en la línea de salida y todo el mundo esta nervioso. hablamos entre nosotros pero no decimos nada importante. aunque poco importa eso porque tampoco lo escucharíamos. ya llevas casi diez minutos esperando y las ganas de empezar pasan por encima de todo. por encima de todo menos por encima de esa mezcla de olor a sudor nervioso mezclado con reflex y geles de calentamiento o el fermentado de alguna mochila que no se lava para que no pierda prestancia. y a medida que se acerca el momento nos vamos apretando más y el olor va in crescendo. el pistoletazo y todo se difumina.

vas por una pista donde hay un curva a izquierdas. nada más pasarla, una flecha mal dibujada con cal en el suelo te desvía hacía un pequeño sendero. justo en la entrada cuelga de un arbusto una cinta de dos colores. giras sin bajar el ritmo y entras en el estrecho camino que pica para abajo. pronto descubres que por ahí no ha pasado mucha gente antes. los que van delante y pocos más. todavía huele a hierba cortada, a desbrozadora trabajando, a ramas podadas caídas en el suelo que te regalan al correr un festival de aromas.

abrazas. cierras los ojos y apoyas la cabeza en su hombro mientras la nariz roza su cuello. y sientes que ella hace lo mismo. respiras hondo y un olor familiar del que disfrutas mucho te relaja y te desconecta de todo. alargas todo lo que puedes el achuchón porque era lo que buscabas. te encanta este momento pero sin abrir los ojos buscas su olor, el de su piel. y lo encuentras. ahora ya vuelves al olor primero, el olor suyo maridado con issey miyaki. y ahí te quedas. que empiece otro día más...

lunes, 13 de mayo de 2019

aventura

a veces (te) pasan cosas. a veces (te) pasan personas. a veces las dos cosas juntas. así podríamos definir aventura.
y un GR sirve como hilo conductor de una aventura que empieza mucho antes de la salida... y que no quieres que termine nunca. seguir unas cintas te hace darte cuenta que un camino es mucho más que caminarlo, una sonrisa dura más que el momento que se dibuja en la cara y un guiño cómplice con un ligero golpe de cabeza es el mejor “vamooos” que existe.
somos seres vitales y amamos las cosas que nos hacen sentir vivos. buscamos a aquellas personas que nos ponen un brillo en los ojos que solo se va al cerrarlos. nos quedamos con los compañeros de viaje con los que, al asomarte al puente y sin tener que explicarlo, descubres la misma trucha nadando río arriba. somos seres vitales que celebramos con cerveza nuestros logros, nuestras cosas, nuestras aventuras.
y, con la frecuencia de un lejano cometa dejándose ver al atardecer, llegan ratos muy especiales como la tarde del pasado sábado. un (otro) pequeño escalón en el que poner un pie para apoyarse y dar un empujón hacia la siguiente pantalla. hacia el siguiente momento que será, seguro, mejor que los anteriores.
entre campos de cereal y amapolas trotas con la mejor compañía posible, quejándote del calor que hace. buscas la noche con la tranquilidad que da llevar un frontal a la espalda. paras a comer y beber algo porque aquí no se puede fallar. y un “espera” y un “seguimos” articulan conversaciones más largas. y un “¿como vas?” y un “te aseguro que acabo” son el cemento que une gestos cómplices, tropezones y distancias flexibles a lo largo del camino. ingredientes todos de la aventura.
y cuando te tapas en meta, porque hace ya frío, te giras y te sientes muy orgulloso de quien ha corrido a tu lado. te sientes afortunado porque te ha dado su confianza para algo que no conocía. y disfrutas de ver como alguien que persigue un reto se ha esforzado y lo ha conseguido. y un abrazo que alargas con la excusa de dar calor para el tiempo en mitad de la noche.
y pasa el lejano cometa. el cometa aventura.

domingo, 5 de mayo de 2019

10

todo pasa de una manera eternamente rápida en un diezmil. mis kilómetros se hacen largos en cortos intervalos de tiempo de poco más de tres minutos y medio. las zancadas golpean el asfalto pero retumban en el pecho. los brazos, en su vaivén, bombean oxigeno en bocanadas que me dejan sabor metálico en el paladar. un ritmo exigente me nubla por momentos la vista y cometo el error de mirarme los pies en lugar de seguir con la mirada al frente. los sonidos difusos se aclaran y, cuando la gente lee mi nombre en el dorsal para animar y lo oigo claro, se que es porque el ritmo ha bajado. guiñas el ojo a un voluntario que te indica un giro cerrado porque de la boca seca no se despega un “gracias”. y el guiño te parece eterno porque hasta volver a abrir el ojo cuesta. y al ver a alguien conocido una gran sonrisa interna no se si llega a dibujarse en mi cara, por eso estiro el brazo y choco la mano.
el sudor no tiene tiempo a caer por la frente hasta acumularse en las cejas. imagino que no hace mucho calor y el propio movimiento al correr lo seca. corrijo la postura para no ir sentado al recordar que lo habíamos hablado, entre risas, esperando la salida. ¿como irá más atrás? y noto que a medida que alargo los pensamientos acorto la zancada. la sombra de los edificios en algunas calles deja paso al sol en otras más despejadas. y quemas el último cartucho con la sensación de que, una vez más, lo has hecho antes de lo que tocaba. cuando sabes de sobra que llegar a meta y que sobre pólvora es aún peor que retorcerte los últimos cientoypico metros. paso el arco de meta y me giro. el crono esta vez me sonríe en forma de minutos y segundos. detrás mio entra un chico que no conozco pero nos damos la mano. me has ayudado mucho, me dice. a mi solo me sale un "para eso estamos, para ayudar". y nos reímos juntos.
como no me va a gustar correr algún diezmil de vez en cuando.