jueves, 16 de noviembre de 2023

no lo sé

habré pasado por aquí más de cien veces y pocas veces me he parado un rato a disfrutarlo. y no hablo de un sitio sino de un pensamiento. vamos tan rápido por el borde el abismo que solo nos preocupamos de no caernos en él. no quitamos la vista del precipicio que amenaza engullirnos al menor error y gastamos todo el esfuerzo en no equivocarnos por las consecuencias que tendría hacerlo. muchas veces incluso sacamos pecho para explicarlo como una gran proeza, como un gran viaje a la luna cuando ni siquiera hemos despegado los pies del suelo. luego, cuando frenas y te giras, ¿no se os encoje el corazón viendo por donde has pasado?¿no os parece malgastado ese viaje?

un día. y otro día. esquivando el vacío para llegar al final...vacío? como mucho medio lleno.

el camino no nos lo va a cambiar nadie. porque es el que es y no siempre sabemos cual es. yo, al menos, el mío no lo tengo claro. pero a como lo recorremos si podemos meterle mano. pienso yo que podemos ir más tranquilos y mirar al lado contrario del peligro que nos acecha. porque desde la desaceleración estoy convencido que la amenaza es menor y da tiempo a valorar otras opciones. creo que a veces incluso podríamos parar y sentarnos con los pies colgando de ese abismo amenazador. de temerlo a gozarlo. abrir una(s) cerveza(s) y esperar. que salga la luna. o que salga el sol. que se vaya la luna. o que se vaya el sol. y retomar el camino desde la agustera que nos habrá quedado. si lo hacemos así, estoy convencido que al llegar al final no habrá la necesidad de girarse porque ya lo habrás visto todo. y si además lo hacemos acompañados de vez en cuando, mucho mejor.

el método no asegura la plenitud final. ni siquiera os puedo prometer que no haya tropiezos (porque hasta yendo despacio existe el riesgo) con caída y golpe. pero nos permite elegir el mejor sitio donde parar. donde sentarnos. y en lo que estoy dispuesto a apostar con vosotr@s es que el poso dejado es el de satisfacción de hacer bien las cosas. no tengáis duda que la sonrisa plena que decorará vuestra cara no se borrará a la primera de cambio.

¿y por qué, sabiendo esto, sigo pasando rápido y vigilando un borde que ocupa todos mis sentidos para llegar...para llegar...para llegar hasta donde se me acaben las fuerzas, no hasta donde yo quiero ir?

no lo sé.




jueves, 27 de julio de 2023

PTcientoveinte

el castillo de belmonte engullía poco a poco a todos los aventureros que iban llegando. los tragaba solos o en pequeños grupos, acompañados de familiares o con equipos de apoyo. incluso algún turista despistado contribuía a llenar la barriga de piedra del monumento. casi treinta minutos antes de volver a vomitarlos todos de golpe se oía ya desde fuera la megafonía con ese soniquete agradable que tiene el portugués. me recordaba esos conciertos para los que no tenías pase e ibas a escucharlos desde fuera con unas litronas.

pero para este sarao si tenía entrada. una plaza adquirida casi tres años antes que, por mucho tiempo que haya pasado, no me daba derecho a nada e incluso había relajado un poco los deberes que incluía. compartiendo nervios con mi hermano creo que fuimos parte del postre del edificio histórico donde nos agruparon para unos últimos consejos: mucho calor de día y algo de frio de noche. prohibido el apoyo entre bases de vida bajo la amenaza de la conciencia de cada uno para el resto de sus días. track, track y track. y poco más.

salir cuesta abajo nunca me ha gustado pero con un trote distraído y de charleta no es tan mala opción. dejamos pronto el pueblo y sus sombras atrás para meternos en los primeros kilómetros de solana. mezclando pista y asfalto, lo que se convertirá en la tónica del recorrido, avanzamos en un grupo de unos veinte coloridos personajes. con la elasticidad propia de todos los inicios el grupo se estira y las conversaciones se van apagando. de pelotón pasamos a hilera y de hilera a collar de cuentas multiforma. mientras avanzan los kilómetros se empieza a ver también el que es más andarín y el que es más trotón. y entreponiendo cierta distancia ya, nos vamos ubicando en nuestro ritmo cada uno.

con los últimos repechos que llevan a sabugal se comienza a ocultar el sol y hago cuentas para ver si puedo llegar a la base de vida sin parar a sacar el frontal. creo que me irá justo...pero creo mal y he de parar antes. la hora de menos y la situación más al oeste que hay en portugal frente a barcelona también entretiene pensamientos y provoca cuentas de horas por delante con luz artificial. y con menos calor. 

comer un plato de pasta y rellenar bidones. un poco de puesta al día con raul y salgo mejor que lo que he llegado (estaría bueno que no fuera así) camino de los siguientes oscuros cuarentayocho kilómetros hasta penamacor. sigo de cerca a un grupo de tres portugueses parlanchines que parece que vuelven de fiesta por lo animados que van. poco a poco baja la temperatura mientras trotamos junto a un embalse al que damos tooooda la vuelta. la proximidad del agua y alguna ráfaga de aire hacen correr algún escalofrío por la espalda sudada en aquellos tramos más pegados al borde. he pasado al grupo de fiesteros y en la más completa oscuridad encuentro el coche parado de mi hermano con él medio dormido dentro. me entretengo medio minuto y me rearma las ganas con dos palabras. no me lo esperaba ahí y el revulsivo ha funcionado...tanto que salgo disparado por donde no es y me equivoco de pista regalando unos quinientos metros. corremos ahora junto a una acequia y de nuevo oigo en la lejanía, pero por delante, a los parlanchines. inmediatamente localizo no muy lejos la luz de sus frontales. no hay mucha vegetación pero es una zona revirada donde hay bastante eco. me deben haber pasado en mi despiste pero me va bien porque llego con ellos a un pueblo donde me llevan directos a la fuente. en otros sitios la he tenido que buscar yo al no conocer los rincones. y me vuelvo a ir en la última parte.

en penamacor hay que subir hasta lo más alto del pueblo y puedo apagar el frontal con las farolas de las calles. de hecho ya entre dos luces bajo por el otro lado y no necesito volverlo a encender pues tenemos un ratito de parada en la segunda base de vida que nos acerca a las noventa kilómetros y a un nuevo día que viene calentito.

un tercer tramo tras beber caldo y comer salado que viene cargadito de arcén y va haciendo mella. con la línea blanca continua algo en la cabeza empieza a despistar la concentración. un tramo de pista con mucha arena suelta me deja a pleno sol buscando en el horizonte algo de subida. me faltan cuatrocientos positivos por estas alturas y pero lo que veo de subida esta muy cerca y no debe ser. o si. siempre que demos una vueltecita antes de encararlo :-)

creo que esta fue la chispa que prendió el fuego del dejarlo. creo que un tramo de asfalto largo y recto con la subida a monsanto constantemente a mi izquerda fue la gasolina que aceleró la combustión de las ganas de seguir. o puede ser que tras un último repecho a la sombra pero con calor, un pilón con agua fresca donde meter los pies fuera  el punto de no retorno a la carrera. dejarlo tras una subida. parar cuando venía bajada. no ser capaz de darle la vuelta a un aburrimiento que nunca me debió vencer...


kilómetro cientoveinte aproximadamente y mi pt estaba finiquitada con otro "apellido". con el poso de que algo ha quedado incompleto en mi. el aprendizaje de esta carrera no lo puedo tener en pirineos, en gredos o en los alpes. y me lo he llevado. pero en el puzzle del corredor que soy hay un hueco donde ahora mismo falta una pieza para que un día este completo. si el hueco se rellena o no es pronto para saberlo. se que yo tengo trabajo que hacer para volver como a mi me gustaría. y no quiero hacerlo solo...