domingo, 5 de mayo de 2019

10

todo pasa de una manera eternamente rápida en un diezmil. mis kilómetros se hacen largos en cortos intervalos de tiempo de poco más de tres minutos y medio. las zancadas golpean el asfalto pero retumban en el pecho. los brazos, en su vaivén, bombean oxigeno en bocanadas que me dejan sabor metálico en el paladar. un ritmo exigente me nubla por momentos la vista y cometo el error de mirarme los pies en lugar de seguir con la mirada al frente. los sonidos difusos se aclaran y, cuando la gente lee mi nombre en el dorsal para animar y lo oigo claro, se que es porque el ritmo ha bajado. guiñas el ojo a un voluntario que te indica un giro cerrado porque de la boca seca no se despega un “gracias”. y el guiño te parece eterno porque hasta volver a abrir el ojo cuesta. y al ver a alguien conocido una gran sonrisa interna no se si llega a dibujarse en mi cara, por eso estiro el brazo y choco la mano.
el sudor no tiene tiempo a caer por la frente hasta acumularse en las cejas. imagino que no hace mucho calor y el propio movimiento al correr lo seca. corrijo la postura para no ir sentado al recordar que lo habíamos hablado, entre risas, esperando la salida. ¿como irá más atrás? y noto que a medida que alargo los pensamientos acorto la zancada. la sombra de los edificios en algunas calles deja paso al sol en otras más despejadas. y quemas el último cartucho con la sensación de que, una vez más, lo has hecho antes de lo que tocaba. cuando sabes de sobra que llegar a meta y que sobre pólvora es aún peor que retorcerte los últimos cientoypico metros. paso el arco de meta y me giro. el crono esta vez me sonríe en forma de minutos y segundos. detrás mio entra un chico que no conozco pero nos damos la mano. me has ayudado mucho, me dice. a mi solo me sale un "para eso estamos, para ayudar". y nos reímos juntos.
como no me va a gustar correr algún diezmil de vez en cuando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario