estas en la línea de salida y todo el mundo esta nervioso. hablamos entre nosotros pero no decimos nada importante. aunque poco importa eso porque tampoco lo escucharíamos. ya llevas casi diez minutos esperando y las ganas de empezar pasan por encima de todo. por encima de todo menos por encima de esa mezcla de olor a sudor nervioso mezclado con reflex y geles de calentamiento o el fermentado de alguna mochila que no se lava para que no pierda prestancia. y a medida que se acerca el momento nos vamos apretando más y el olor va in crescendo. el pistoletazo y todo se difumina.
vas por una pista donde hay un curva a izquierdas. nada más pasarla, una flecha mal dibujada con cal en el suelo te desvía hacía un pequeño sendero. justo en la entrada cuelga de un arbusto una cinta de dos colores. giras sin bajar el ritmo y entras en el estrecho camino que pica para abajo. pronto descubres que por ahí no ha pasado mucha gente antes. los que van delante y pocos más. todavía huele a hierba cortada, a desbrozadora trabajando, a ramas podadas caídas en el suelo que te regalan al correr un festival de aromas.
abrazas. cierras los ojos y apoyas la cabeza en su hombro mientras la nariz roza su cuello. y sientes que ella hace lo mismo. respiras hondo y un olor familiar del que disfrutas mucho te relaja y te desconecta de todo. alargas todo lo que puedes el achuchón porque era lo que buscabas. te encanta este momento pero sin abrir los ojos buscas su olor, el de su piel. y lo encuentras. ahora ya vuelves al olor primero, el olor suyo maridado con issey miyaki. y ahí te quedas. que empiece otro día más...
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