la noche se había tumbado ya sobre la montaña y aplastaba con su peso cada rincón donde hace unas horas había luz y claridad. en dos puntos distintos de la ciudad hay extraños movimientos para una noche de martes. diría nervios pero es más bien excitación. diría desorden pero es más pronto ganas. diría locura pero prefiero decir vida. un monje cambia sus oraciones y hábitos por algo mucho más terrenal. un arroz pasado y atuneado llena un plato más de lo que será capaz de comer. junto a la puerta de salida una mochila sin cerrar deja asomar un par de bidones y un goretex mal doblado. a pocas calles de distancia un brujo prepara su mochila tras cerrar el taller de reparaciones y conjuros. cena boniatos confiado que es el mejor combustible para tener la maquinaria toda la noche encendida. mientras valora su estado y no está seguro que una siesta de horaimedia haya sido suficiente. otra mochila encierra lo que debería ser necesario para toda una noche. una noche en el monte.
la hora de encuentro son las 22:30, la de salida unos 45 minutos más tarde. aiguafreda. su maratón del congost. todo es viejo pero todo es nuevo. salir a correr de noche por el monte siempre es diferente. no queremos inventar nada, solo queremos pasarlo bien. sentir. ser más monje y más brujo. solo queremos estirar un poco más la vida que a veces se nos hace tan corta. arreglar un mundo que ni sabe que estamos por ahí. subiendo y bajando. llenarnos el corazón de latidos y las venas de esa locura que nos hace felices. y si todo va bien, encontrar ese punto donde, si le pinchas a la noche se levanta poco a poco, se despereza con cuidado y vuelve a dejar que el día ocupe su puesto.
salimos.
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