martes, 15 de julio de 2014

¡ esta Ronda (dels Cims) la pago yo ! (II)

Aún no son las 15:00h, apenas llevamos una jornada laboral en la montaña. En los avituallamientos podría dar la sensación que estamos discutidos pero forma parte de la liturgia de esta comitiva. Cada uno se encarga de lo suyo pero no deja de estar pendiente del otro. Yo noto su "cuidado" y estoy pendiente de él. Aunque nos sentemos separados. Cada uno tiene su proceso de recuperación. Y cuando las miradas se encuentran es porque es el momento de salir. Echando la cabeza hacia atrás busco la ruta a seguir uniendo los puntos que marcan los que van delante. Sergi lo intuye y me explica como va el tema. Damos las gracias y salimos. Renovados.
La subida es directa, descarnada y sobre piedra. Me gusta. Las ganas aprietan y el paso se acelera. Pasamos gente. Los pasos no son firmes y a veces las piedras fallan. Resbalas. Los bastones se encajan entre los huecos de algún bloque. Miro a mi compañero y veo como disfruta. No se da cuenta pero me sonrío al verle feliz. Yo también lo estoy. Alcanzamos el hombro tras volver a pisar nieve y giramos a izquierda para alcanzar la cima. Queríamos llegar arriba y ahora es como si nos diera pena haberlo hecho. Un punto triste al dejar el techo de la carrera. Con un giro de 360º me despido sabiendo que volveré. Sergi ya baja a buen ritmo hacia el refugio. Son casi las 16:00h.

 
De la bajada apenas recuerdo nada. Seguirle me requería toda la atención y pocas cuentas añadí al collar en este trozo. Solo en el último plano antes del refugio hablamos algo, pero tampoco recuerdo muy bien. Lo que no olvidaré nunca fue lo primero que me dijo al salir de él y comenzar a trotar:
- Esteban, tengo problemas con el píe.
No puede ser. No. Hoy no. Una mano invisible interna apretó fuerte mi estomago y un largo silencio de unos 4-5 segundos se apoderó de la marcha.
- ¿Te duele mucho?
- Me duele. ¿Qué hago? ¿Tomo un ibuprofeno?
No se lo que él esperaba que le dijera. Pero yo siempre he sido el que más le ha abroncado cuando ha hecho el burro, ahora no podía aflojar. Con una voz en la que no me reconocía e intentado medir las palabras le dije:
- Sergi, estamos en el km 50. Si empiezas a tomar mierdas ahora nos quedan aún muchos kilómetros. Si no se te va el dolor, tienes que dejarlo.
Y el "tienes que dejarlo" me sonó a cabronada extrema.
Nos callamos. Largo.
- ¿Por qué será?, me dijo
- ¿Los neveros de la bajada, quizás?.....no sabía que decir. No tenía respuesta. Y como me jodía...
Con la boca pequeña dijo que llegábamos hasta el coll de la Botella y se quedaba. Sin decir nada, los dos esperábamos el milagro de que el dolor desapareciera.
Nada.
Volví a decirle que lo que llevábamos ya no nos lo quitaba nadie. Que se curaba y volveríamos. Que la lesión iría a más si no paraba. Todo me sonaba a vacío. El quería seguir y yo que siguiera. Pero los dos sabíamos que tenía que parar. Qué debía parar.
En el coll de la Botella, antes de las 18:00h después de un largo abrazo dejé un trozo de mi Ronda dels Cims. Un hueco sin piedra en el collar. Se quedó un amigo. Y triste pero pensando en que él querría que lo hiciera así, apreté el paso hacia el Bony de la Pica.
Lo último que oí de él mientras me iba fue:
- No gastes pata en la bajada a la Margineda. Luego te hará falta.
Así es Sergi....jodidamente valiente.

Y hasta La Margineda fui en una especie de soledad impuesta que me hacía sentir incómodo. Una sensación de haber sido castigado sin merecerlo. No sabría muy bien como definirlo. No era aún el km 70 y había que encarar la noche. Desde dentro a afuera fui creciendo. Y crecí del todo cuando abajo de las escaleras del polideportivo, machacado por la bajada, encontré una pequeña avanzadilla Koala animando la llegada. Distracción. Eso necesitaba. Eso tuve.
(disculpad que vaya a golpes pero la energía que necesito me impide escribir todo del tirón. Una entrega más después de cenar y listo)

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