viernes, 13 de diciembre de 2019

mi campo

a veces cierro los ojos para poder concentrarme mejor. así consigo visualizar ese momento que quiero recordar (tiene cojones que haya que cerrar los ojos para “visualizar”, ¿eh?). los cierro poco a poco, alargando el tiempo entre parpadeo y parpadeo hasta no abrirlos. cualquiera que me vea pensará que me he quedado dormido. y, si la imagen aparece borrosa, descanso la cabeza apoyando el lateral de la frente entre el índice y el pulgar de mi mano derecha. puedo llegar incluso a apretar o relajar los párpados buscando un efecto de zoom sobre aquello que tengo a tiro. busco sin saberlo lo que necesito, moviéndome en el escenario que se abre ante mis cerrados ojos. y una vez repasado todo, los abro saliendo de matrix.
anoche, sentado frente a una cerveza suiza, quise recuperar un momento especial. iba a poner irrepetible (en lugar de especial) pero todos los momentos de la vida son irrepetibles. por alguna razón me vino a la cabeza un día concreto de mi vida. después recordé que en aquel momento tenía 14 años, justo los que había cumplido mi hija el día anterior. y ahí ya todo tuvo más sentido.
el momento que buscaba (y encontré) no fue cuando los cumplí yo. el momento que observé al cerrar los ojos tenía lugar dentro de un renault 12 familiar. en medio de la recta infinita del valle Amblés que lleva de mi pueblo a Avila. conducía mi padre y hablaba mi madre. iba a ser mi primer día en el instituto y, como en mi pueblo no había, me llevaban interno a la ciudad. me dejarían allí y una semana entera por delante. acojonao.
apoyé la cabeza en los dedos y apreté los párpados para bajar a la conversación. mi madre, más nerviosa que yo, hacía de maravillosa madre hablando sin parar y dando toda clase de indicaciones. ya sabéis: come bien, sobre todo come bien. estudia, no te despistes que vienes a estudiar. pórtate bien que si te castigan no volverás el fin de semana. si necesitas algo, nos llamas. toda la ropa sucia, el viernes para casa. y así hasta el infinito...
pero yo notaba que no buscaba eso. necesitaba algo más. apreté con los dedos en la frente porque con los ojos ya no podía hacerlo más. dentro del coche se hizo el silencio. ya se veía la muralla de Avila y eso enmudeció a mi madre. estábamos llegando a destino. entonces llegó el momento. mi padre carraspeó ligero (no se si en la realidad lo hizo pero aquí si), redujo una marcha y solo dijo:

“esteban, según queda el surco así es el agricultor”.

abrí los ojos, bebí un trago largo de la cerveza, muy despacio....y pense en como estaba arado mi campo.

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