Los amigos borrachos.
Los amigos demasiado serios.
Los amigos de tus amigos.
Los "amigos".
Los amigos golfos.
Y muchas noches que comenzaron igual, acabaron en puntos totalmente distintos, buscados o no, provocando momentos inolvidables o ratos dignos de ni siquiera mencionar.
Y de pronto, un día volviendo de madrugada a casa, llega ese punto en el que "decides que tú decides". Que tú elijes. Que tú escoges con quien sales de copas y, si no te convence... te quedas en casa.
En la montaña, lo mismo. A la montaña no se puede ir con cualquiera.
La montaña (y las comparaciones son odiosas) igual que las noches de fiesta se han de compartir con gente que te haga disfrutar al máximo. Sin darnos más problemas que los necesarios, que algunos SON necesarios también para reforzar el grupo. Con gente con la que sintonices. Con amigos que piensen igual, que sientan igual, que compartan unos mínimos principios básicos. Y no todo ha de encajar a la perfección, creedme. Pero ha de ser un puzzle en el que, aunque las piezas dejen pequeños huecos al unirse, se adivine el dibujo final. Aunque para verlo haya que alejarse un poco.
Rodaje. Todo este proceso necesita de rodaje. No es un pimpam. Y horas. Muchas horas. De día, de noche. De día después de la noche. O de noche después de un día. En un refugio esperando que amaine la lluvia. En una furgoneta devorando kilómetros. En la montaña incluso :-)
Y lo escribo ahora porque este fin de semana, solo los que estábamos allí lo sabemos, hemos compartido algo que quedará dentro de cada uno pero que de una manera invisible nos unirá para siempre.
Una cresta descarnada y peligrosa, vista desde los más de 3.000m del collado de la Paúl, nos ha impedido subir al Posets pero nos ha hecho más fuertes.
Estaba donde tenía que estar, con quien tenía que estar e hicimos lo que había que hacer.
Anoche me acostaba como después de aquellas noches de fiesta en las que te metías en la cama pensando: como esta, las que haga falta !!!
quién pagará la coca?
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