Leéis el título y pensaréis que hablar de una carrera "redonda" cuándo han sido casi 36h (170kms y 13.500+) no deja de ser un tanto pretencioso. Chulesco. De sobrao....
Pero, ojo, no hablo de una carrera perfecta. No hablo de que todo saliera inmaculado. No vendo un disfrute total.
No.
Hablo de buena gestión, sobre todo en los malos ratos. Hablo de buenos momentos pero donde se ha de controlar la euforia. Hablo del equilibrio entre compartir con otros y sentir la insignificancia de la soledad nocturna a más de 2.500 m. Hablo de lo que pesa la responsabilidad de acabar enfrentada a la irresponsabilidad de seguir, ¿si? Redonda. Una Ronda redonda.
En un circuito que me niego a reproducir aquí con nombres y cotas (sobre todo porque no las conozco bien) cada tramo entre avituallamientos se ha de gestionar por separado. Cada vez que arrancas de nuevo cargas en la mochila agua, isotónico, algo de comer y unas horas más de cansancio. Esas si que suman. Y, a la larga, lo que más pesa.
Desde la salida me encontré cómodo en un segundo grupo de unos 5-6 corredores. A poco que te fijes, en el refugio de Sorteny ya has visto quien es bajador o subidor. Pero te has de fijar, claro. Y hacer tu composición de lugar. Y seguir con tu carrera. La redondez de la que os hablo se gestiona desde dentro uno mismo.
Van pasando los kilómetros, va cayendo el calor a plomo. Algún calambre en el gemelo izquierdo. Nos hemos quedado tres. Dos se han ido delante. Uno se ha dejado caer.
Hay que parar a coger agua donde corren riachuelos porque la deshidratación es una continua amenaza. Camino de Pla de l'Estany el trote se hace ameno. Y miramos las raíces del suelo. Para no caer y porque al levantar la vista se ve el Comapedrosa. En su base comemos bien y, ya subiendo, Albert me pide que tire. No voy, dice.
Bajando de la cima decido quitarme la cinta rotuliana por si fuera esta la causa de los calambres que se repiten en cada tartera. La llevo en la mano (foto) por si no fuera así colocármela de nuevo. Ahora es el gemelo derecho. Bajo el ritmo. Queda mucho. Mientras cruzo los neveros me giro pero Albert no viene. He de seguir.
Pero, ojo, no hablo de una carrera perfecta. No hablo de que todo saliera inmaculado. No vendo un disfrute total.
No.
Hablo de buena gestión, sobre todo en los malos ratos. Hablo de buenos momentos pero donde se ha de controlar la euforia. Hablo del equilibrio entre compartir con otros y sentir la insignificancia de la soledad nocturna a más de 2.500 m. Hablo de lo que pesa la responsabilidad de acabar enfrentada a la irresponsabilidad de seguir, ¿si? Redonda. Una Ronda redonda.
En un circuito que me niego a reproducir aquí con nombres y cotas (sobre todo porque no las conozco bien) cada tramo entre avituallamientos se ha de gestionar por separado. Cada vez que arrancas de nuevo cargas en la mochila agua, isotónico, algo de comer y unas horas más de cansancio. Esas si que suman. Y, a la larga, lo que más pesa.
Desde la salida me encontré cómodo en un segundo grupo de unos 5-6 corredores. A poco que te fijes, en el refugio de Sorteny ya has visto quien es bajador o subidor. Pero te has de fijar, claro. Y hacer tu composición de lugar. Y seguir con tu carrera. La redondez de la que os hablo se gestiona desde dentro uno mismo.
Van pasando los kilómetros, va cayendo el calor a plomo. Algún calambre en el gemelo izquierdo. Nos hemos quedado tres. Dos se han ido delante. Uno se ha dejado caer.
Hay que parar a coger agua donde corren riachuelos porque la deshidratación es una continua amenaza. Camino de Pla de l'Estany el trote se hace ameno. Y miramos las raíces del suelo. Para no caer y porque al levantar la vista se ve el Comapedrosa. En su base comemos bien y, ya subiendo, Albert me pide que tire. No voy, dice.
Bajando de la cima decido quitarme la cinta rotuliana por si fuera esta la causa de los calambres que se repiten en cada tartera. La llevo en la mano (foto) por si no fuera así colocármela de nuevo. Ahora es el gemelo derecho. Bajo el ritmo. Queda mucho. Mientras cruzo los neveros me giro pero Albert no viene. He de seguir.
Desde el refugio del Comapedrosa hasta Coll de la Botella tembló la redondez ansiada por culpa del nuevo tramo. Me pareció durísimo. Imagino que ir con ideas prefabricadas no ayuda. La carena nueva que antes se hacía por abajo es brutal. Pero tirarte luego al fondo de un valle para subir por una pista de esqui pudo haber sido mi puntilla. Una vez más, estoy contento de como gestioné este momento. A ver si al final hasta tenemos algo de sentido común.
Fruta. Mucha fruta. Una cerveza. Y para el Bony de la Pica pero, mentalmente, ya en Margineda. La larga bajada la hice junto a un compañero canario y se hizo distraída. Necesitaba sentarme. Lavarme y cambiarme de ropa. El sol (que no el calor) se retiraba y yo ansiaba la noche consciente de sus "peligros". El soporte de muchos amigos en Margineda es tan maravilloso como duro es luego ponerte un frontal en la frente y salir sin ellos hacía el Pic Negre.
Calor.
Repechos.
¿Dónde esta Comabella?
Se acerca la medianoche. Llevamos casi la mitad de horas previstas y vamos resolviendo con cierta elegancia las dificultades que aparecen. Un cansancio "lógico". Ausencia de sueño. De nuevo a cota 2.000m.
Cuando el hábito lo hace Monje. Tremendo trotando cimas.
ResponderEliminar35h 58' 44'' vive Gredos y no en Koala Lumpur.
Eso es amistad, más que compañerismo senderiano: 35:58:44, tiempo de Albert. Llegando los dos en septimo cielo.
Ole tú: No olvidarse de: Marta 46:34:48.
Esperando II