jueves, 2 de mayo de 2013

Una reflexión...corta

Es bonito disfrutar de la vista que hay desde un pico, desde punto elevado. Es gratificante, después del esfuerzo, sentarse en una roca alta y jugar a adivinar los nombres de los pueblos que se ven o adonde llevan los caminos dibujados en el horizonte o en que charcos del río que corre por el valle nos podríamos bañar. Un bocata y una cerveza apoyado en el que hito que corona una cima es, sin duda, el manjar más rico del mundo. El abrazo con tus compañeros de cordada, después de pasar una cresta y hacer cumbre, une más que cualquier contrato firmado ante un notario. Eso todos lo tenemos claro !
Pero también hemos de aprender a disfrutar de la oscuridad en la profundidad del valle repleto de arboles, del encajonamiento 'momentaneo' que supone una canal angosta y revirada, de la tartera de piedras insufrible que nos espera al remontar un riachuelo que nos moja los píes. Tenemos que ser capaces de alegrarnos de ese meandro que nos corta el camino y nos hace dar un rodeo no esperado, ser capaces de disfrutar de perdernos y tener que volver atrás. Hemos de sacarle partido a sentirnos cansados, a vernos frágiles, a no ganar siempre que se lucha (no ganar no tiene porque ser perder).
Porque no habría cimas sin valles, ni ríos sin neveros, ni cansancio sin esfuerzo, ni crestas sin pedregales, ni satisfación sin lucha. No. No habría.

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